He aquí el ejemplo claro de que algo, por muy mal que esté, siempre puede empeorar. Mientras que el más común de los trabajadores, pupilos, amigos/as puede ser considerado como lameculos, éste actúa en busca de conseguir algún tipo de beneficio material y/o moral, pero no obtiene placer en su lameculismo más galopante, el rebañaesfínteres es aquel que no sólo usa sus habilidades linguales en pos de obtener compensación, sino que además obtiene placer de ello, ya que más allá de repugnarle el acto y dar los dos o tres lametazos de rigor, apura hasta el fondo la zona en cuestión, sin dejar parte cavernosa sin degustar.
En estos tiempos que corren los lameculos y los rebañaesfínteres aparecen cual caracoles tras un día lluvioso, siendo ambos igualmente peligrosos si tenemos la desgracia de sufrirlos cercanamente, bien por ser objeto -ojete- de sus intentos, bien si vemos sus embestidas desde la barrera con mirada entre compasiva y asqueada. Pero, aún siendo igualmente desagradables, el rebañaesfínteres debería ser condenado a la hoguera por disfrutar de acción tan repulsiva.
NOCILLA, ¡QUÉ MERENDILLA!
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